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Con el amistoso desafío detrás de ellas y el símbolo de Mira firmemente en su poder, las mujeres se reunieron a su alrededor.
La imponente montaña se alzaba ante ellas, su cima oculta por nubes giratorias que emanaban un aura de poder antiguo y misterio.
—Mantened vuestra guardia —aconsejó Mira, observando la montaña—. No va a ser fácil a partir de ahora.
Justo cuando estaban a punto de reanudar su ascenso, Aelina apareció de la nada a su lado con una sonrisa casual en su rostro.
—¡Maestra de la Secta! —exclamaron, excepto Rayna y Mira, que solo asintieron.
Aelina las inspeccionó minuciosamente antes de dar un signo de aprobación. —Habéis conseguido un gran poder, chicas. ¡Apuesto que con vuestra potencia actual podríais dominar a esos genios del Continente Central!