—Quiero decir, ella definitivamente hará lo que quiera y no podemos detenerla. Si lo hacemos, harás que estas personas se vuelvan en tu contra. Ellos harán lo que ella quiera y la llevarán donde quiera ir. No puedes detenerlos —dijo Lu Feng mientras miraba a San Zemin y al mayordomo, ya que eran las personas de las que estaba hablando.
—¿Estás diciendo que deberíamos dejarla en peligro? —preguntó Jiang Yang.
—Primero cálmate. Ella no saldrá por ahí matando gente. Solo es para detener a aquellos que crearán problemas, igual como ella me trajo aquí. Además, estas personas están allí para protegerla.
—¿Traído de vuelta? ¿Dónde estabas y qué pasó? —preguntó Jiang Yang mientras observaba a Lu Feng para ver si estaba herido.
—Hay unos cuantos idiotas allá afuera y uno de ellos hizo esto pero no hay de qué preocuparse ahora —dijo sonriendo Lu Feng como si no fuera gran cosa.