En el camino en el carro, tantos pensamientos cruzaron por la mente de Jiang Yuyan. Se sintió aliviada de que Lu Lijun le permitiera salir después del desayuno. Su mente vagaba en torno a lo que Lu Feng hizo una vez que dejó la aldea y cómo terminó con Xi Cheng que lo llevó a dispararle a Xi Cheng y qué estaba pasando por la mente de Lu Feng. Estaba contenta de que Xi Cheng estuviera vivo y de que Lu Feng no terminara siendo un asesino. Además, Xi Cheng era su presa para jugar y no iba a permitir que muriera sin antes pasar por el dolor por el que rogaría la muerte.
Al llegar Jiang Yuyan a la mansión secreta, todo era igual como si nadie viviera allí. En el momento que Jiang Yuyan salió del carro y se plantó frente a la puerta de la mansión, miró la cámara sobre la puerta que asustó a los hombres tras la pantalla.
—¿Qué hicimos hoy que la jefa nos está dando esa mirada aterradora? —preguntó uno de los hombres.
—No lo sé. Ya abrimos la puerta —respondió el segundo.