—Señor Xi Cheng, espero que sepa el significado de venir aquí —preguntó San Zemin mientras Jiang Yuyan seguía sentada tranquilamente.
Ella estaba calmada pero fría ya que la persona sentada frente a ella era quien había matado a su esposo y no podía pensar en nada menos que en atormentar a esta persona y hacerle sufrir el dolor como en el infierno.
—Sé y estoy listo para ello, pero como dije, tengo una condición —respondió Xi Cheng.
—No estás en posición de poner ninguna condición —de repente habló Jiang Yuyan.
Xi Cheng miró a Jiang Yuyan educadamente mientras hablaba. —Sé, pero es lo que Lu Qiang hizo hasta ahora lo que estoy pidiendo. Estoy seguro de que debe haber alguna razón por la que lo hizo y mantuvo las cosas solo para él.
Jiang Yuyan soltó un profundo suspiro mientras las palabras frías pero calmadas salían de su boca.