—Solo una de sus manos estaba encerrada, así que Jiang Yuyan al menos podía moverse y sentarse —comprendió que Ming Rusheng lo hizo para impedirle escapar. Notó que él estaba borracho y que podría perder la cabeza si ella actuaba precipitadamente, pero no podía ser suave con él.
—«Ser suave, de ninguna manera», pensó.
—Manteniendo su calma, mostró que no tenía miedo de lo que él había hecho.
—Libera mi mano —instruyó Jiang Yuyan mientras se sentaba en la cama.
—Lo haré, una vez que termine de hablar contigo —informó Ming Rusheng.
—Hazlo rápido —ordenó ella, sin miedo a pesar de estar atrapada con un hombre con el que no le gustaba estar ni siquiera un momento.
—¿Por qué me evitas y no deseas hablar conmigo? ¿Qué mal te he hecho? —preguntó Ming Rusheng mientras seguía sentado en el sofá.
Una de sus manos reposaba en el reposabrazos mientras una pierna cruzaba sobre la otra mientras la miraba fijamente.
—¿Todavía no lo sabes? —se rió entre dientes Jiang Yuyan.