Lo siento...

Ming Rusheng podía ver el perfil de Lu Lian desde donde estaba sentado, pero ella no podía verlo. Sus ojos no querían dejar de mirarla mientras la observaba. Ver su perfil fue suficiente para que él entendiera su condición. Su rostro lucía pálido y sus ojos cansados, lo que demostraba lo débil que se había vuelto.

«Una vez que regrese, no la dejaré trabajar en absoluto», pensó Ming Rusheng.

—¿Cómo te sientes, querida? —preguntó el anciano Ming.

—Ahora, estoy bien, abuelo —respondió Lu Lian.

—¿Rusheng te está haciendo trabajar más? Si es así, dímelo —preguntó el anciano Ming.

Esta pregunta la sorprendió, «N-No, abuelo».

—¿Entonces?

Aunque Lu Lian estaba molesta con Ming Rusheng en ese momento y pensaba odiarlo, no podía culpar a alguien más por sus acciones imprudentes aun cuando esa persona la había advertido tantas veces y cuidado de ella.

—Me empapé bajo la lluvia entonces...

—Él estaba contigo, así que debería haber cuidado de ti —dijo el anciano Ming.