Damién y Penélope salieron de la mansión a la hora que se acercaba a la medianoche. Caminaban por las calles y, como Damién había utilizado su habilidad, Penny no sabía exactamente a dónde iban.
—¿Recuerdas qué hechizo usar para convertir a alguien en un sapo? —preguntó Damién mientras caminaban por la oscura calle desierta.
—Sí, pero nunca lo he intentado lanzar antes. Cada hechizo requiere práctica, Dami —dijo Penny, manteniéndose al paso de él. Y la única persona en la que se había probado el hechizo era el mayordomo que ahora estaba desaparecido.
Él no soltó su mano y la sostuvo firmemente en la suya —Tengo fe en que podrás hacerlo después de algunos intentos —dijo Damién tomando otro giro que parecía un pueblo por el que caminaban.