Ahora que el hechizo de encanto se había roto en la casa, observaron la silueta oscura de la mansión que se erguía solitaria cuando había gente allí.
Penny había escuchado y leído sobre cómo había algunas casas que se decía tenían alma propia. Como si respiraran y estuvieran vivas y solo usaran a las personas y las cosas vivas a su alrededor para sobrevivir como si alcanzaran su alimento. Eso hizo que Penny se preguntara si por eso algunos de los árboles que habían pasado hace media hora estaban sin hojas y desnudos, como si fueran a morir.
No eran todas las casas, sino una casa que tenía muchas historias que contar, secretos que se habían metido una y otra vez sin ningún lugar donde derramarse, eran esas casas las que resultaban ser así.
—¿Listos? —preguntó Penny. Ella levantó su mano y sonrió cuando miró la bola de fuego. Las brujas negras no habían usado magia derramada. Qué raro, pensó para sí misma.