Damien estaba perdiendo la consciencia y tenía apagones de vez en cuando, por lo que había decidido descansar ya que su cuerpo se negaba a moverse en ese momento. Apenas había cerrado los ojos cuando escuchó un molesto sonido de croar que venía junto a él. Maldijo entre dientes y abrió los ojos para mirar a un sapo que lo estaba observando.
—Mira a quién tenemos aquí, Durik —habló con voz apagada al ver al sapo emocionado por ser reconocido—, ¿qué diablos haces aquí? Escuchó más croares procedentes del sapo y movió su mano, desestimando la pregunta—. Olvida la pregunta.
—Maestro Damien, Lady Grace está allí dentro. ¡En la otra habitación! ¡Necesitamos ayudarla! —Durik continuó croando.
—Cállate ya. No entiendo ni hablo los idiomas de sapos y ranas croadoras. Que sigas así me da ganas de aplastarte hasta la muerte —Damien tenía un fuerte dolor de cabeza que solo había ido en aumento.