—Da Xia, ¿puedo ver lo que estás pintando? —preguntó Lanying con una sonrisa inocua mientras se acercaba a la niña.
Jazmín la miró inocentemente y no supo cómo reaccionar a su solicitud.
La niña no odiaba a Lanying ni le tenía ningún cariño. En realidad, nunca nadie le había dicho que la odiara. No tener un cariño particular hacia ella fue causado por los pequeños dramas en la mesa durante la cena.
Al ver la vacilación en la mirada de la niña, Lanying se agachó junto a ella y empezó a tratarla dulcemente.
—Da Xia, tienes un boceto hermoso aquí. ¿Puedes decirme qué es esto? —preguntó señalando uno de los bocetos en el libro.
Jazmín siguió su dedo hasta el balón de fútbol que había dibujado y dijo:
—¡Es un balón de fútbol!
—¡Wow! es bonito, ¡y conseguiste el patrón correctamente! —dijo Lanying mientras aplaudía.
—¡Gracias! —Jazmín finalmente respondió con una sonrisa.
A la niña le gustaba ser elogiada porque para ella era una señal de aliento.