—Sin perder tiempo pensándolo profundamente —Jin Liwei besó a su niña pequeña en los labios y se tragó cualquier extraño agravio que ella tenía hacia él, el cual, por cierto, estaba seguro de no haber cometido—. Ella solo se quedó congelada por un segundo de sorpresa antes de derretirse en sus brazos. Sintió su suspiro de satisfacción dentro de su boca, lo que lo impulsó a duplicar, no, a triplicar sus esfuerzos. El objetivo era besarla hasta dejarla sin sentido hasta que olvidara por qué estaba llorando.
—¡Y he aquí! —¡Funcionó! —¡Aleluya! —Había una dulce sonrisa en sus labios cuando el beso terminó—. Luego ella apoyó su cabeza en su pecho y se acurrucó con él. Si ella fuera un gato, Jin Liwei no tenía dudas de que estaría ronroneando en este momento.