Cuando Iris ya no pudo soportar el fuerte olor medicinal del gel para el dolor, abandonó con gran renuencia el abrazo de Jin Liwei y puso algo de distancia entre ellos. Sin embargo, se sentía satisfecha de cómo había resultado todo.
—Gracias, Liwei. Aunque aún no creas del todo o entiendas todo lo que te he contado, gracias por seguir amándome.
Su expresión se volvió cálida y tierna. —¿No te digo siempre que te amo, seas quien seas?
—Sí, lo haces.