Dentro de la oficina de la Embajada Rusa, un anciano de cabello blanco sostenía el teléfono en su mano.
Un profundo suspiro escapó de sus labios mientras lo colocaba de nuevo en su lugar.
—¿Quién era, Primer Ministro? —preguntó su asistente nerviosamente. En ese momento, el Primer Ministro Sergei Petrova lucía extremadamente pálido, y el sudor se formaba en su frente. El asistente no sabía por qué, pero la expresión del primer ministro era extraña. Parecía alguien de abajo que había sido regañado por alguien de la jerarquía superior. Pero, ¿quién podría estar por encima del Primer Ministro Ruso?
Sergei tomó un breve momento para responder a su asistente. Cuando finalmente levantó la cabeza, hizo un gesto con la mano para descartar la pregunta de su asistente y dijo:
—Lukas, llama al KGB y diles que comiencen a prepararse para un allanamiento inmediato.
—¿Allanamiento? —el asistente estaba sorprendido.