Sacrifica a uno de tus hombres leales.

Ya anticipando las consecuencias que se avecinaban, Pan Hong no demoró la desaparición de su tropa. Nunca ha subestimado el poder de Feng Shufen ni su manera de contraatacar. Aunque ordenó la movida contra el diablo pensando en el éxito, ya se había preparado para las secuelas.

Establecido en un rincón apartado de la ciudad del que nadie sabía, estaba seguro de que, mientras permaneciera oculto, nadie podría encontrarlo, y mucho menos atraparlo en sus planes.

—Jefe, la señora ha venido a verte. ¿Deberíamos permitirle entrar? —Pan Hong estaba descansando en el sofá, disfrutando de un vaso de su vino aliviador de estrés cuando uno de sus hombres entró para informarle sobre la llegada de Zhen Qinrou.

—¿Acaso necesitas preguntar eso? Ya que está aquí, hazla pasar cómodamente. Y también, enciende las luces del pasillo. A ella no le gusta la oscuridad —ordenó Pan Hong, manteniendo el silencio suave pero deprimente del ambiente.