EN ALGÚN momento de la mañana.

En la habitación del Hospital de la Ciudad de Chiboa, el aire estaba inquietantemente calmado.

En este momento, Qi Shuai no se atrevía a elegir sus palabras a la ligera. Sus ojos iban a la mujer que estaba sentada en el sofá distante de la habitación, pero no tenía el valor de mirarla por mucho tiempo.

—¿No te dije que mantuvieras tus ojos para ti? ¿Por qué siguen vagando a mi alrededor? —estalló Feng Yi Lan. Su compostura parecía totalmente indiferente pero profundamente furiosa. Con los brazos cruzados sobre su pecho y las piernas cruzadas una sobre la otra, tenía los ojos cerrados para ocultar su honesta furia interior.

—Pero LanLan, yo...

—Director Qi, ¿quieres que te saque los ojos? —volvió a estallar ella, trayendo de nuevo un silencio mortal al aire.

Al escucharla decir eso, Qi Shuai casi se escondió bajo la manta, murmurando en voz baja. 'LanLan, sabes que no suenas menos intimidante que tu Hermano Diablo. ¿Te poseyó él?'