Viendo al hombre perder la compostura con tal facilidad, Jing Wei Jin no pudo evitar sonreír. Permaneció en su actitud habitual mientras esperaba jugar más. —¿Eh? Entonces, ¿qué dices, Presidente Feng? ¿También estás listo para tal intercambio? ¿Por el bien de la paz?
Los puños de Feng Shufen se cerraron mientras sus nudillos se volvían blancos. Sus fríos ojos grises se oscurecieron en el siguiente segundo, levantándose de la silla, desafió. —Por ella, podría iniciar y ganar una guerra. Avísame cuando estés listo para el desafío. En ese momento no seré generoso para darte el cebo que has buscado.
Jing Wei realmente se entretenió al ver a Feng Shufen así. Aunque hacía tiempo que había detectado su debilidad, nunca pensó que el punto fuera tan débil que incluso una juguetonería como esta fuera capaz de provocar una reacción tan instantánea. No pudo controlar una risa antes de ponerse de pie también, a la altura del hombre.