—Señor Belcebú, ¿en serio? Ya has roto tantos corazones y todos están hablando de ello, maldiciéndome. Y aquí estás, pidiéndome que declare lo mismo. ¿No crees que si lo hago, todas esas mujeres heridas vendrán tras de mí? —dijo Li Xue, frunciendo los labios de manera obvia mientras miraba al hombre, parpadeando con sarcasmo.
Correspondiendo a su mirada, Feng Shufen también la miró fijamente. La única diferencia radicaba en que, mientras sus ojos lo miraban con sarcasmo, los de él la miraban con adoración y seguridad. —Siempre me tendrás a tu lado.
—Dijo, y sus palabras sonaron tan claras y sinceras que casi ahogaron a Li Xue. Tosiendo levemente, sacudió la cabeza mientras negaba con la cabeza, —Señor Belcebú, eres imposible. ¿Lo sabías, verdad?