Marte no refutó las palabras de su esposa. Era cierto que desde el primer momento que la conoció, siempre había estado hablando de procreación y tener hijos para que fueran sus herederos.
De hecho, también la ató en un acuerdo para producirle tres hijos antes de dejarla ir. Afortunadamente, ya no estaban en esa posición y él podía mantenerla para siempre.
Ahora ella era la madre de su hijo, y con suerte más hijos vendrían. Ahora, él quería hijos no porque necesitara un heredero y suplentes. Era más que eso.
Quería tener hijos con ella porque la amaba mucho y quería tener más partes de ella en su vida. Esa era la verdad.
—¿No te gusta un hombre consistente? —preguntó el joven rey a su esposa.
Emmelyn rodó los ojos. Por supuesto que le gustaba un hombre consistente. Un hombre que siempre fuera amoroso, cariñoso y encantador. Le gustaba su esposo por lo que era ahora. Esperaba que no se convirtiera en algún hombre molesto o egoísta en el futuro.