Harlow se aclaró la garganta.
—Creo que tengo demasiados sirvientes. No los necesito a todos.
Harlow pensó que, en el remoto caso de que necesitara salir del castillo, era mejor tener menos sirvientes y así podría ponerlos en guardia baja.
—Entendido —dijo Rafael con una gran sonrisa—. Como se espera de una mujer tan maravillosa. No estás malcriada y necesitas una docena de sirvientes para atender tus necesidades. Entonces, ¿cuántos necesitas?
Harlow frunció los labios.
—Tal vez solo uno... ¿o dos?
Pensó que tal vez podría hacerlos aliados. Era una princesa muy simpática y todos sus sirvientes la adoraban porque los trataba bien. Entonces, tal vez, podría encantar a estas criadas también y hacer que la ayudaran como compañeras mujeres.