Cuando Lady Liz la visitó esa misma mañana, Rowena fingió sentirse mal y no pudo continuar con las lecciones y horarios de ese día. Deseaba evitar a todos los profesores que el Rey Draco había dispuesto para ella para poder escapar.
Rowena se quedó en la cama y se negó a moverse, afortunadamente, parecía que el evento de su padre casi matándola significaba que el Rey Draco no la obligaba a asistir a sus clases. Solo fue Lady Liz quien habló con ella y se preocupó por su salud.
Aunque la mujer mayor era un poco perceptiva.
—Tú... no pareces particularmente enferma —dijo Lady Liz suavemente.
—Estoy realmente enferma, Lady Liz —respondió Rowena.
Estaba enferma de este palacio real.
Rowena estaba harta de su vida aquí.
La mujer mayor sonrió tristemente a la joven. —...Entiendo, Su Alteza. Perdóname por mi cobardía ayer, debería haberme quedado pero Su Majestad...