Ardiendo en el Infierno

Declan siguió caminando con el rostro oscuro hasta que llegó a la puerta de un bar.

Abrió la puerta con tanta fuerza que se soltó en sus manos y quedó colgando apenas de la pared.

Muchos hombres se giraron para mirarlo, pero la mayoría estaban borrachos o no les importaba la pelea que estaba a punto de tener lugar en la sala.

Le echaron un vistazo rápido antes de volver a beber su cerveza.

Declan entró y sin mirar la sala escaneando toda el área se detuvo frente a la última mesa de la esquina. Miró a la mujer sentada en ella con los ojos llenos del deseo de matar y no dudó en absoluto en hacerlo.

Sus manos alcanzaron su cuello y la levantó de sus pies y pronto en el aire.

—¿No te dije que regresarás y que no te entrometieras en mis asuntos en absoluto? —gruñó cuando la mujer levantó una ceja.

Ella no parecía preocupada por estar colgando en el aire.