Tristán y Uno encontraron un lugar en el hospital donde podían conversar en privado sin preocuparse de que otros los escucharan.
—Joven Maestro, mis camaradas acaban de llegar a nuestra sede. Dos me informó que se están preparando para interrogar a esos hombres que secuestraron a tu hermano —le informó Uno a Tristán.
Tristán asintió con la cabeza. Sabía que las Águilas Ardientes podrían manejar fácilmente este caso. Era solo cuestión de tiempo y descubrirían quién era el cerebro.
—Uno, mi hermano, Andrés, todavía tiene algo que resolver con esos hombres. Andrés y yo visitaremos tu sede mañana. Creo que mi hermano estará más feliz si los enfrenta y los castiga por tocar a Alveena.
—Entiendo, Joven Maestro. Mañana te recogeré y te llevaré a nuestra sede. No los tocaremos. Solo esperaremos tu orden —dijo Uno, tranquilizando a Tristán.