—¡¿Dónde están mis hermanos?! —gritó Kace a Sterling en cuanto llegó a la entrada de la ciudad y se paró frente a las puertas cerradas con fuerza.
Ante sus ojos, había casi todas las criaturas, intentando derribar las majestuosas puertas de hierro, empujándolas con un gran tronco de árbol que habían derribado.
Sin embargo, las puertas no se movían ni un ápice y Kace solo podía apretar los dientes de irritación al recordar que las puertas, por lo general, nunca habían estado cerradas antes, ya que se necesitaban veinte personas para abrirlas.
Pero ahora, parecía como si hubiera algo que mantenía las puertas unidas desde el otro lado.
Sterling se apresuró al lado de Kace. —Ambos se transformaron y escalaron las paredes —le informó.
Kace levantó la cabeza y miró la alta pared, desde donde estaba parado, parecía que la punta de la pared podía tocar el cielo. Había unos pocos transformadores que habían cambiado a sus formas de bestia, pero solo lograban llegar a la mitad de altura.