—¿Puedes dejar de mirarlo? —preguntó Dageus a Serefina resentidamente. Su voz sonó muy desagradable de escuchar. —Es un imbécil —murmuró.
Al escuchar cómo Dageus hablaba mal de Jedrek, Serefina lo miró hostilmente.
—¿Qué? ¿Dije algo mal? —preguntó irritado.
—Si no fueras mi amigo de la infancia, estoy segura de que te golpearía hasta no dejar nada —gruñó Serefina, no menos molesta.
—Si tú no fueras mi amiga de la infancia, ¿crees que querría desperdiciar mi precioso tiempo y aliento diciéndote que eres tan estúpida por pensar en él? —preguntó Dageus irritado. Luego golpeó la cabeza de Serefina, lo suficientemente fuerte como para hacer que la mujer gimiera de dolor.
—¿Qué haces? ¿Buscas la muerte, eh?! Duele, ¿sabes? —Serefina se frotó la cabeza.