Caleb abrió los ojos, impidiéndose liberar los terribles recuerdos que lo perseguían como un fantasma feroz. Sus ojos rojos miraron a Satanás y Leviatán y de inmediato su expresión, que antes estaba llena de emociones complejas y enojos, se desvaneció. En cambio, les mostró una mirada sombría.
—Desde mi resurrección, me he preguntado muchas veces esta pregunta. ¿Por qué yo? —Caleb miró sus manos—. El libro invoca demonios al azar y sin embargo, de todos los que podría haber traído de vuelta a la vida, ¿por qué me eligió a mí? ¿Fue esto otro castigo de Dios? ¿No había sido suficiente lo que había sufrido? Seguí preguntándome y preguntándome, preguntándome cómo puedo evitar seguir sufriendo más este dolor. Ya tuve suficiente. Suficiente de todo. Aunque la muerte no me ayudó a reencontrarme con ella, estaba más en paz que teniendo que permanecer en este mundo.