La semejanza era inquietante.
Las facciones de Lady A, la forma en que se comportaba... todo reflejaba a Alicia, la mujer que Rey había amado y perdido. Recuerdos de ella inundaron su mente, inesperados y dolorosos. La risa de Alicia, su fortaleza, su resolución inquebrantable... y el momento en que le fue arrebatada.
Sus manos se cerraron en puños a su lado, las uñas clavándose en sus palmas.
No podía ser ella.
Alicia había desaparecido.
Él lo había visto con sus propios ojos. Pero la semejanza era demasiado evidente como para ignorarla.
Mientras Lady A seguía caminando, reconociendo a la multitud con un ligero asentimiento, Rey se encontró paralizado en su lugar. Su mente se llenó de preguntas, pero ninguna respuesta venía.
—¿Quién demonios es ella?— se preguntó Rey.
—¿Y por qué se parecía tanto a la mujer que pensó que nunca volvería a ver?
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[Más Tarde Ese Día]
Varias horas después, Rey recibió una citación a una sala de informes.