Verdadera Naturaleza

—El Arzobispo no notó la presencia de Rey hasta que fue demasiado tarde.

Rey se movía como una sombra, cerrando la distancia en un instante. Una hoja de energía pura materializada en su mano, y con un movimiento rápido, la clavó en el pecho del Arzobispo.

El hombre jadeó, su concentración se quebró mientras las runas se atenuaban.

—Tú... —tartamudeó, la sangre acumulándose en su boca.

—Sin discursos —Rey dijo fríamente.

Giró la hoja, poniendo fin a la vida del Arzobispo. El cuerpo se desplomó en el suelo, sin vida, y la energía de la habitación se disipó como una tormenta agonizante.

Rey se enderezó, echando un vistazo a las runas ahora inertes. Por un momento, consideró prolongar la lucha antes: haber absorbido las plenas capacidades del Arzobispo podría haber sido útil, pero el riesgo para el Cuartel General había sido demasiado grande.

Ya había copiado el poder destructivo central que el Arzobispo había estado cargando.

Eso era suficiente por ahora.