Está hecho

El aire parecía congelarse mientras Rey sonreía mirando hacia abajo al Emperador Dragón, quien ahora permanecía rígido con miedo.

Los ojos de K'arba'diel se movieron hacia la destrucción que Rey ya había causado. Los restos aplastados de la sala del trono, ahora poco más que escombros, eran un fuerte recordatorio del poder abrumador de la singularidad.

—¿De verdad crees que puedes destruirme, humano? —la profunda y resonante voz de K'arba'diel sacudió el suelo, un intento vano de enmascarar su miedo—. Soy una fuerza de la naturaleza. ¡Un dios en carne!

La sonrisa de Rey se amplió, una expresión inquietante que irradiaba una confianza inquebrantable.

—Dios o no, estás a punto de aprender qué sucede cuando a un hombre no le queda nada que perder.

—¡ROOOAAAARRRRRHHHHHH! —K'arba'diel rugió, un sonido gutural que enviaba olas de fuerza ondulando a través de la cámara.