Poder Desconocido

—Haa... haa...

Serafín se arrodilló sobre una rodilla, su radiante armadura dorada agrietada y apagada, su rostro pálido y empapado de sudor. Su bastón luminoso, antes resplandeciente con energía divina, parpadeaba débilmente como si estuviera a punto de extinguirse por completo.

Ante ella no había uno, ni dos, sino tres Espectros de Terror, cada uno elevándose sobre ella como una sombra de muerte.

Sus ojos rojos y malévolos la miraban fijamente, rebosantes de hambre y malicia.

Su pecho se alzaba mientras luchaba por recuperar el aliento. La batalla había drenado casi cada onza de energía que le quedaba. Su aura dorada, antes tan brillante e imponente, se había reducido a un débil resplandor, apenas suficiente para mantenerla erguida.