Antes de llegar a la isla de Atticus, los reclutas ya habían pasado por esta exacta experiencia. Empujados repentinamente en una isla deshabitada, habían sido forzados a crear refugios y buscar comida por sí mismos.
Sin embargo, su situación no se podía comparar con la actual. De alguna manera, muchos tenían amplias sonrisas en sus rostros mientras construían sus refugios. El entorno actual, en comparación con el infierno que habían soportado antes, era como de la noche al día.
El aire era limpio, el agua aún más clara. El bosque no intentaba matarlos, y el suelo no trataba de tragárselos enteros.
Para muchos, era un paraíso.
En minutos, se construyeron refugios, y muchos se dispersaron por el bosque en busca de comida, solo para arrepentirse al instante siguiente.
Una serie de gritos espeluznantes estalló repentinamente desde múltiples direcciones
—¡CORRAAAAAN!
—¡¿PERO QUÉ DEMONIOS ES ESO?!
—¡NO SE SUPONE QUE SE MUEVA TAN RÁPIDO!