Fomentar

El asedio se prolongó durante horas, pero la energía del ejército nunca decayó.

Las aeronaves que continuaban inundando los cielos se desgarraban de la existencia en el momento en que aparecían, reducidas a nada más que restos ardientes estrellándose sobre sus propias fuerzas.

Los enanos habían perfeccionado su artillería, ajustando ángulos y potencia de fuego tras cada disparo, asegurando que ninguna aeronave enemiga pudiese superar sus defensas.

Y así, la implacable marea de enemigos fue repelida, disminuyendo sus números constantemente. Para el ejército de reclutas, a pesar del paisaje empapado de sangre, se sentía fácil, casi demasiado fácil.

Todos siguieron las órdenes de Ático y ejecutaron sus deberes con precisión. Su defensa era impenetrable.

Y a medida que más enemigos caían, los resultados se volvían obvios.

Pronto, un estridente bip sonó, y los remanentes del enemigo giraron sobre sus talones y huyeron instantáneamente.