Atticus lo había intentado todo.
Toda técnica, todo método. Había recorrido todos los elementos, utilizándolos en conjunto, pero aún así no había ningún cambio.
Un profundo suspiro abandonó sus labios.
—¡Te lo he dicho desde el principio! ¿Por qué no me escuchas?
La voz de Ozeroth resonó de repente en su mente, llena de molestia.
Atticus ni siquiera se inmutó. —Te estoy escuchando. Hay una lista que estamos siguiendo, ¿recuerdas?
Esa lista había sido meticulosamente elaborada por ambos.
Atticus había formulado teorías. Ozeroth había, bastante bruscamente, presentado las suyas. Ahora era el momento de probar la idea de Ozeroth, pero, por supuesto, el espíritu no tenía intención de callarse.
—¡Te dije que tus ideas no valían nada! ¡Cuando el gran Ozeroth habla, sus palabras son ley!
Atticus suspiró, frotándose la sien. —Estoy a punto de intentarlo, así que relájate.
Ignorando a Ozeroth, cerró los ojos y se dejó sumergir en la concentración.