Antes de que Atticus pudiera reaccionar, su cuerpo fue arrastrado hacia adelante, arrastrado hacia el árbol por una fuerza invisible e insana.
«¡Ozeroth!» tronó Atticus en sus pensamientos, y la voz agitada de Ozeroth llegó al instante siguiente.
«¡Vínculo! ¡Estás siendo arrastrado al árbol a la fuerza! ¡Aún estoy tratando de averiguar si es lo mismo que la última vez!»
La expresión de Atticus se oscureció por completo. La última vez que esto pasó, había quedado atrapado dentro de un mundo mientras sus seres queridos luchaban por sus vidas, con él observando cada segundo. Era un pensamiento que le helaba el corazón y le hacía entrar en pánico.
Nunca quiso volver a sentirse así. Nunca quiso sentirse tan impotente. El Escudo Égida estaba a segundos, en el mejor de los casos, de desmoronarse. Cuando eso sucediera, el dominio humano quedaría descubierto. Abierto.
Si quedaba atrapado una vez más… Atticus tembló ante la idea.
No importaba qué, no podía permitir que eso sucediera.