Creciendo

Mientras el Escudo Égida colapsaba, el árbol masivo caía desde los cielos, precipitándose directamente hacia el dominio humano.

Parecía como si un dios hubiera lanzado un árbol colosal desde los cielos, un castigo divino, como si la humanidad hubiera cometido un pecado imperdonable que solo podría pagarse con la extinción.

El árbol caía con tal velocidad que rasgaba la atmósfera, creando corrientes de aire en su estela como el grito de un cielo moribundo.

Para los habitantes del dominio humano, el mundo se volvió oscuro. Las sombras danzaban sobre sus rostros llenos de pavor mientras miraban hacia arriba, paralizados, indefensos, mientras el final se acercaba.

Los paragones de la humanidad miraban al árbol que caía con expresiones sombrías. El poder de Atticus no lo había ni rasguñado. ¿Qué podrían hacer?

—¡Oberón!

Vexarious gritó. Había desesperación en cada sílaba que pronunciaba. —¿No hay nada que puedas hacer?