Atticus y Elderish se habían reducido a nada más que borrones, tejiendo a través de los cielos del dominio Aeoniano, chocando, chocando y chocando de nuevo.
Pero a pesar de esto, la mente de Atticus corría a una velocidad intensa.
«Él es más fuerte... y más rápido».
Atticus sintió sus huesos temblar con cada colisión. A pesar de haberse convertido en los cuatro elementos y empujar su velocidad al límite, seguía siendo más lento.
Los golpes de Elderish llovían como misiles, tan rápidos que se formaban múltiples imágenes residuales antes de que el primero siquiera aterrizara.
Pero Atticus se movía con precisión, su cuerpo fluyendo con su katana mientras desataba una ráfaga de cortes.
Cada uno se encontraba con los puños de Elderish en el aire, estallando en una cadena de explosiones violentas. Pero no importaba. La diferencia se notaba. Estaba siendo empujado hacia atrás.