Saliendo del callejón, Zoey miró a su alrededor, observando a un grupo de hombres y mujeres enanos reunidos cerca, sus rostros marcados por el miedo mientras miraban hacia el callejón.
Cuando sus ojos se dirigieron hacia ella, cada uno se inclinó profundamente.
—¡G-gracias!
Zoey suspiró suavemente, asintiendo con la cabeza. Se giró hacia un lado, mirando al chico enano que acababan de salvar.
Estaba llorando en los brazos de sus padres, empapando sus ropas con lágrimas. Pero los padres no estaban mucho mejor, fuertes gemidos escapaban de sus bocas mientras se aferraban a su hijo, incapaces de mantener la compostura mientras intentaban consolarlo.
Zoey no dijo nada. Sería incorrecto decir que sentía compasión. En verdad, el advenimiento del apocalipsis le había enseñado a Zoey algo sobre sí misma, algo que cambió cómo veía el mundo. La gente.