Atticus se encontró dentro de un salón de azul brillante. Altas y gruesas columnas se alzaban desde el suelo hasta los altos techos. No había ni podio ni alguna especie de plataforma. Era simplemente un largo, ancho e interminable salón azul.
—Caray. A esos Zorvan les encantaría aquí.
Pudo escuchar la voz irritada de Whisker desde detrás de él. El hombre parecía odiar el color azul después de su breve incursión en el Mundo Zorvan. Pero Atticus no le estaba prestando atención.
«Otras personas.» Eso fue lo siguiente que notó. Sus ojos se entrecerraron al ver que varias personas aparecían de repente dentro del salón. No habían llegado con él.
Cuando aparecieron, también miraron alrededor, ojos tranquilos, intensidad penetrante. «Otros dioses», reconoció Atticus.
Al igual que él, la mayoría de ellos tenía uno o dos guerreros acompañándolos. Pero eso no era en lo que Atticus se centraba. Era en sus auras. Sus voluntades. Su presencia.