Cinco Portadores de Guerra están muertos.
Esas palabras le resultaron más difíciles a Elesha de lo que parecían. Su visión se volvió borrosa por un breve segundo, momentáneamente incapaz de creer la realidad actual.
Los Portadores de Guerra eran cosa de leyendas en el mundo de Vortharion. Siempre que uno pasaba, aunque solo fuera de paso, naciones enteras celebraban. La gente inundaba las calles, gritaba sus nombres y vitoreaba a todo pulmón.
Elesha aún podía recordar el día en que vio a su primer Portador de Guerra. Había sido una mañana fría, de invierno, cuando la nieve era lo suficientemente espesa como para llegarle a las rodillas a una niña de ocho años sin preocupaciones.
Había usado todos los abrigos y suéteres que tenía y obligó a su padre a sacarla al amanecer, solo para ver pasar la leyenda.
Aquel día, ella y su padre tuvieron que abrirse paso entre millones solo para tener la oportunidad de ver la figura de la leyenda.