Atticus fijó su pesada mirada en los Apexes. Él… no sabía qué decir.
«¿Por qué?» Esta era la pregunta que lo acosaba.
¿Por qué lo habían hecho? Atticus no había mostrado ningún indicio de querer matarlos. Sus vidas no habían estado en peligro. Mientras luchaban por la supervivencia de Eldoralth, no había informado a los Apexes.
Ninguno de ellos debería haber sabido lo que realmente estaba ocurriendo. Lo que significaba… que no había amenazas inminentes. Eso era lo que lo hacía tan confuso.
Sabía que estaban arriesgando sus vidas en la cuarta prueba. Su nivel de amenaza era tan alto que ninguno de sus predecesores la había pasado.
La única razón por la que Atticus mismo lo había intentado era porque su vida había estado en peligro. Pero aquí estaban, cada uno sentado con las piernas cruzadas, ojos cerrados y armas brillando.
«¿Lo pasarán?» Atticus no estaba seguro. No tenía idea si su prueba sería igual que la suya.