—Los cuatro se estaban preparando para luchar por sus vidas contra Mosak —dijo el narrador—. Aún sentían que había mostrado poco esfuerzo en sus ataques y su lucha. Tal vez alerta por el hecho de que los cuatro lo atacaban al mismo tiempo.
Cuando de repente, después de haber lanzado un único puñetazo contra Zon que parecía ineficaz, cambió completamente de actitud. Estaba allí, parado en la rama del árbol, mirándolos a todos.
—Sois libres de continuar —dijo Mosak.
Beatrix y Ricar se miraron el uno al otro.
—¿Es esto algún tipo de truco? —preguntó Lince—. Tiene que serlo. ¿Por qué nos dejarías pasar de repente? ¿Vas a atacarnos por la espalda? ¿Atacarnos cuando bajemos la guardia y pensemos que estamos seguros?
—No haría tal cosa —dijo Mosak—. He valorado cuánto esfuerzo me tomaría deshacerme de vosotros cuatro y he decidido que es mejor simplemente dejaros pasar. Podéis creerme o no, pero ya no os impediré el paso.