En el momento en que la barrera colapsó, Liam lo supo. Acababa de apuñalar a un golem en el pecho, lanzándolo por el aire. Cuando se estrelló contra el suelo, su cuerpo se desmoronó, y por primera vez, no se regeneró. Permaneció roto, sin vida.
Esto debería haber sido una buena señal. Pero para Liam, solo lo llenaba de temor. Sus ojos se desviaron hacia Safa, donde vio a un Hombre sosteniéndola, protegiéndola completamente con su cuerpo.
—¡No, no, no! —gritó Liam, su voz áspera con emoción.
Avanzó con fuerza, blandiendo sus espadas de forma salvaje, sus golpes más imprudentes que nunca. El campo de batalla todavía estaba abarrotado de golems, bloqueando su camino. Se movió con urgencia, evadiendo por poco los golpes de armas formadas por tierra irregular que cortaban su piel, dejando cortes profundos a lo largo de sus brazos y piernas.