En tiempos de conflicto, no era inusual que las fuerzas en retirada emplearan tácticas de tierra quemada, destruyendo o quemando sistemáticamente recursos para detener al enemigo que avanzaba.
El concepto se basaba en el principio estratégico de negar al enemigo activos valiosos, dejándolos sin nada que explotar en los territorios conquistados. El fuego, en particular, había sido históricamente una herramienta efectiva para tales propósitos, capaz de consumir vastas áreas y volverlas inhóspitas.
A medida que la posibilidad de que el enemigo adoptara una estrategia similar se cernía, el grupo contemplaba las posibles consecuencias. El pensamiento de que sus adversarios podrían recurrir a destruir el mundo que tenían la tarea de invadir añadía una capa de complejidad y urgencia a su misión.
—Consideraremos eso a partir de ahora, continúen con su tarea —dijo Esmeralda.