Estaba lloviendo a cántaros, convirtiendo las calles en ríos de gris. Los trabajadores de oficina, empapados y miserables, caminaban por la acera, con la mente lejos del chisme habitual y la política de oficina. Todo lo que querían era escapar del clima sombrío y acurrucarse en el calor de sus hogares. Pero cuando llegaron al vestíbulo del edificio Azure, no pudieron evitar hablar sobre la mayor revelación de ayer.
—¿Podemos siquiera recuperarlo? —susurró una mujer, su abrigo empapado en el dobladillo.
—¡No podemos! —siseó su colega, sacudiendo la cabeza mientras apretaba su maletín—. El contrato no tiene validez. Además, ya lo reemplazaron con Joonie.
—Honestamente, es una pérdida para nosotros. Dejamos ir a uno de los ídolos más grandes de la generación. Deberíamos haber esperado hasta que fuera probado culpable o inocente.