Lei se recostó en la silla de cuero, entrecerrando sus ojos mientras miraba por la ventana al tranquilo campo.
—Podría acostumbrarme a esto —murmuró.
Sin embargo, en medio de la paz, todavía sentía que una tormenta se gestaba en su cabeza. Ya lo había asimilado.
Había perdido su imperio, todo por lo que tanto había trabajado. La expresión de Lei se endureció antes de soltar una carcajada profunda.
Pero eso no significaba que tenía que perderlo todo. Todavía podía recuperar algo de control y rescatar lo que quedaba.
—Oh, ¿a quién intento engañar? —rió, con los ojos inyectados de sangre por la falta de sueño y el alcohol en su sistema.
Se acabó. Se había ido, ¡nunca para ser encontrado de nuevo!
Ahora, lo que no podía aceptar era que June seguía en libertad.
Con eso, Lei se propuso acabar con June, de una vez por todas.