Fenrir, el gran lobo del Universo de Origen, regresó. Aún estaba en el vacío donde había sido sellado con la ayuda del Primigenio y la Voluntad, pero su temible e impresionante apariencia volvió a la superficie del universo por primera vez en eones.
Fenrir era masivo, alzándose sobre hombres y bestias por igual. Su cuerpo era tan grande que parecía oscurecer el cielo cuando se movía. Claro, no había sol —o cielo, según los registros— en el vacío, pero Michael imaginaba a Fenrir viajando a través del cosmos, su cuerpo cubriendo el sol.
Tenía un pelaje salvaje y espeso que era negro como la noche, con hebras de plata recorriéndolo como rayos en una tormenta furiosa. Su manto de pelaje era áspero e indomado, erizado a lo largo de su columna vertebral. Se ondulaba con vigor, brotes dorados saliendo de ellos mientras la excitación dentro del gran lobo aumentaba.