Wolfe sonrió a Malika, la bestiakín Leopardo de las Nieves, y notó que ella estaba entre los que habían estado tomando el entrenamiento mágico. Podía sentir la magia en ella, pero no se había mudado a los dormitorios estudiantiles, o la habría visto antes.
—¿Qué te hizo decidir quedarte en la ciudad interior en lugar de los dormitorios? Estás en la Academia, ¿no? —preguntó Wolfe.
Malika le sonrió con picardía y sus orejas se animaron.
—En realidad, no. Estoy tomando clases ocasionales con David, uno de los instructores, pero solo a tiempo parcial porque quiero seguir trabajando con mi mamá en la aguja. No es fácil conseguir ese trabajo, ¿sabes? Todos peleamos por quien obtenía los mejores horarios, y no quiero renunciar al mío.
—¿No tienes grandes ambiciones de unirte a las filas de magos y viajar para trabajar? —preguntó Wolfe.
Ella sacudió la cabeza.