Incluso después de que Sif confesara toda la verdad de sus recuerdos al grupo, él y los demás aún no podían creerlo.
El peso que había estado cargando por mantener su secreto era completamente infundado.
...Se sintió aliviado, pero tonto.
—Entonces, ¿la razón por la que nunca dijiste que me amabas... Fue por los recuerdos que pensaste que no tenía? —preguntó Sif.
—Yo... Sí —admitió Abadón—. No me sentía calificado para decir algo así cuando nuestra relación fue provocada por un percance.
—Y ahora que sabes que estoy agradecida por este percance... ¿Eso cambia algo para ti?
Sonriente, Abadón tomó el rostro de Sif entre sus manos y rozó sus labios con los suyos.
Por detrás, sintió que alguien comenzaba a desvestirla, pero los escalofríos persistentes que sentía recorrer su cuerpo no eran nada comparados con la electricidad que se desató en su mente cuando finalmente escuchó las palabras que había estado extrañando desesperadamente.