Lucifer y Miguel giraron alrededor de la sala, ambos luciendo rostros igualmente confundidos.
No es raro escuchar risas traviesas en el infierno, pero es un fenómeno nuevo escuchar risas que parecen pertenecer a un niño real.
—¿Cuál es el significado de esto, hermano...? ¿Ahora traes niños para espiarme en mi prisión? —acusó Lucifer.
Miguel habría luchado contra tal acusación con más fuerza si no estuviera también profundamente perplejo.
—Como si me atreviera a traer una vida de inocencia a este palacio de pecado decrépito y traición —murmuró Miguel a cambio.
La verdad sea dicha, Lucifer no pensaba que su hermano hubiera hecho algo así incluso cuando lo acusó, pero escucharlo negarlo todavía era bastante perturbador.
—Entonces, ¿por qué en el nombre de nuestro padre escucho reír a un niño en mi gran sala...? —siseó de vuelta.
Antes de que Miguel pudiera responder, un extraño portal apareció en medio de la sala.
Como los hombres sospechaban, un niño atravesó la apertura.