—¿Así que no hiciste nada? —preguntó.
—No.
—Y yo tampoco hice nada.
—Eso es correcto.
—Entonces estamos bien.
—Sí, cariño. Ahora deja de sudar.
Eris limpió la frente de Abadón por él y él le sonrió tímidamente.
—Pero entonces todo lo que viste... ¿Qué se supone que debemos hacer al respecto?
Eris comenzó a hablar antes de finalmente sacudir la cabeza con consternación. —Yo... no lo sé. Por ahora solo tenemos que dejarlo en segundo plano hasta que podamos hablar con las chicas sobre todo lo demás que está ocurriendo primero.
—¿Como qué? —En ese momento, Ayaana salió al balcón con su esposo y la pieza faltante.
—¡N-No hicimos nada! —Eris y Abadón gritaron al unísono.
Ayaana se detuvo y los miró a los dos de manera incómoda. —No dijimos que ustedes lo hicieran, mis amores... ¿hay alguna razón por la que ambos estén tan alterados?
Ahora, Eris y Abadón estaban ambos sudando.