Mientras el sonido de los vítores y cantos venía de lo alto, en el suelo estaban haciendo una limpieza breve. Lailah estaba ocupada restaurando el Coliseo a su antigua gloria mientras Asmodeo estaba recogiendo toda la sangre y carne.
—Creo que puedo ayudarte… —Shiva se levantó y comenzó a alzar su mano y desatar su poder destructivo.
—Está bien, tío Shiva! No necesitamos que desaparezca todo.
—¿Hm..?
Ni siquiera un segundo después, Lailah abrió un nuevo portal a casa, y una gran criatura peluda apareció saltando a través de la abertura.
—¡Todos deben adorar y caer ante Camazotz! —rugió al cielo.
Cuando el gran dios murciélago apareció repentinamente en el lugar, las reacciones no fueron tan aterrorizadas como podrían haber sido antes. Probablemente porque llevaba puesto un pequeño corbatín azul además de su falda maya tradicional.
—Aquí, chico —Lailah llamó.